Gisela, Archiduquesa de Austria, el "Ángel de la guarda de Viena"



Gisela Luisa María de Austria (Laxenburg, 12 de julio de 1856 - Múnich, 27 de julio de 1932) fue Princesa Imperial y Archiduquesa de Austria, Princesa de Hungría, Bohemia y Baviera, por ser la segunda hija del emperador Francisco José I de Austria y su esposa Isabel de Baviera más conocida como Sissi.

Quizás sea la Archiduquesa Gisela de Austria (1856 - 1932) uno de los miembros de la casa Habsburgo-Lorena que más simpatía despierten aun hoy en día entre los habitantes de Austria. Mujer de indudable inteligencia (llegó a ser una notable escritora de poesía) y de férreos valores morales, su vida quedó marcada por la trájica muerte de su hermano Rodolfo (heredero al trono), en la localidad de Mayerling. Tal vez, como vía de escape al profundo dolor que siempre le acompañaría, la Archiduquesa se entregó con excepcional bondad y generosidad a los más débiles de la sociedad, especialmente durante la Primera Guerra Mundial, llegando a convertir su palacio de Múnich en un improvisado hospital. Por ello se la conoce también por el apodo de "el ángel de la guarda de Viena".

La Archiduquesa y Princesa Imperial Gisela de Austria nació el 12 de julio de 1856 en el castillo de Laxenburg, a las afueras de Viena. La hermana mayor de Gisela (era la segunda hija nacida de los emperadores de Austria), la archiduquesa Sofía Federica (1855 - 1857) moría con apenas dos años de edad, mientras que su hermana pequeña María Valeria  (1868 - 1924) nacería con tanto tiempo de diferencia que Gisela apenas tendría trato con ella. Su gran apoyo sería su hermano pequeño, el príncipe Rodolfo (1858 - 1889), con el que siempre mantendría un vínculo de mucho afecto.






La infancia de la Archiduquesa careció de la figura materna. Su madre, la emperatriz Isabel, era percibida por los acesores del Emperador como una mujer poco madura e incapaz de criar a sus hijos, por lo que esta tarea recayó en la abuela paterna, Sofía de Baviera (1805 - 1872), una mujer muy estricta (apodada "el único hombre en la Corte").

El emperador adoraba a su hija, a la cual consideraba como una ser angelical. Llegada a la juventud, Francisco José estaba convencido de que su "querida niña" no estaba preparada para la vida adulta, especialmente respecto a un posible noviazgo y matrimonio, por lo que sería el mismo Monarca quien se haría cargo de la búsqueda de candidatos idóneos para desposar a su hija. Finalmente, después de una larga búsqueda, el elegido fue el príncipe Leopoldo de Baviera (1846 - 1930), primo segundo de Gisela.

Pese a ser un matrimonio arreglado (se casaron el 20 de abril de 1873, Gisela contaba en aquel momento con dieciséis años de edad), trasladándose la joven pareje a Múnich, la joven quedó impresionada por el Príncipe desde el primer instante. Leopoldo no solo era apuesto, también atesoraba una metódica carrera en el ejército bávaro, habiendo recibido la Cruz de Hierro, gracias a su valor en el campo de batalla.

Las crónicas de la época describen a la pareja formada por Leopoldo y Gisela como una de las más atractivas del momento y todo indica que el amor reinó en la relación. El matrimonio tuvo cuatro hijos: la princesa Isabel María (1874 - 1957), la princesa Augusta María (1875 - 1964) y los príncipes Jorge (1880 - 1943) y Konrad (1883 - 1969).







La vida de la Archiduquesa sufriría un golpe en 1889, cuando su hermano, con apenas treinta años de edad, decidía quitarse la vida al lado de su amante, la aristócrata Mary Vetsera (1871 - 1889). Aun hoy, este hecho está plagado de misterio. Incluso en la actualidad se duda de la versión oficial (el Príncipe Rodolfo, muy enamorado, decidía quitarse la vida, antes de seguir las reglas impuestas por la Corte, que le ordenaban dejar a su amante), ya que se supone que existieron conspiraciones y asensinatos.

Para la Archiduquesa ese hecho fue un tremendo golpe anímico. Desde aquel momento sufriría de graves ataques de melancolía. A fin de poder sobrellevar mejor la muerte de su hermano decidió dedicarse a ayudar a los más desfavorecidos y a todos aquellos que sufrían en la difícil conyuntura a finales del siglo XIX y principios del XX en Europa. Gisela de Austria fue responsable de la puesta en marcha de varias asociaciones dedicadas a las personas sin recursos, a las que no dudaba en ayudar con la asignación que recibía del estado austríaco. También se ocupó en ayudar a las personas discapacitadas, abriendo colegios para niños invidentes y con sordera. 

Especialmente durante los crudos años de la Primera Guerra Mundial el papel solidario de la Archiduquesa fue memorable. Mientras su marido luchaba en el frente, la Archiduquesa decidió convertir su residencia oficial en un hospital para los heridos de guerra. Pasó noches enteras en vela con los médicos y enfermeras, ocupándose personalmente de los heridos. Al finalizar la guerra, el respeto y la admiración por la Archiduquesa Gisela era tan grande, que no pocos centros educativos y hospitalarios comenzaron a llevar su nombre.

En los últimos años de su vida Gisela se ocupó principalmente de la defensa de los veteranos de guerra. En 1930 fallecía Leopoldo, su marido. La Archiduquesa, muy abatida, acude a los funerales. Apenas dos años después, Gisela de Austria muere en Múnich, a los 76 años de edad. Sus restos mortales descansan, junto a los de su marido, en el columbario de la iglesia de San Miguel de Múnich. 





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